A menos de dos kilómetros de la Casa Blanca, en 1857, en Smithsonian Institution, se reunía un grupillo de jóvenes naturalistas, dedicados a la clasificación y recolección de especímenes. El reciente descubrimiento del megaterio −un perezoso del tamaño de un mamut que había generado gran revuelo entre la comunidad científica− había reafirmado su conciencia de que no todo había sido descubierto; lo desconocido seguía –por suerte− existiendo en cualquier parte.
Esta panda de adorables nerds del Siglo XIX, desarrollaba su trabajo en el Smithsonian y se autodenominaron como The Megatherium Club. Formaron una fraternidad interesada en las expediciones y la exploración de las regiones lejanas.
A lo largo de casi diez años, se dedicaron la ardua tarea de analizar y [re]clasificar el mundo. Aunque se rumorea que también eran famosos por las duras competiciones de carreras de sacos que organizaban a lo largo del edificio y las veladas nocturnas acompañadas de alcohol:
«Mucho se ha escrito acerca de los excesos en la bebida y el jolgorio que frecuentaba las reuniones informales del club» −explica Jerry Cates, director de la Megatherium Society del siglo XXI–“y esas historias son probablemente ciertas, pera aquella conducta escandalosa de los primeros miembros del club era simplemente un efecto secundario de su verdadero propósito: revigorizar el espíritu científicos a través de la socialización»
Este simpático grupo, del que formaron parte hombres –parece ser que era únicamente masculino− como el zoólogo William Stimpson (1832-1872), el naturalista Robert Kennicott (1835-1866), el ornitólogo Henry Bryant (1820-1867) y el artista Henry Ulke (1821-1910), se dedicó con pasión a la investigación y sus figuran entre la nomenclatura de numerosas especies y accidentes geográficos. En el “Club del Megaterio” no se consentía que ciencia y aburrimiento fuesen a la par −la sobriedad tampoco era un requisito−. Lo poco que sabemos de estos hombres le habla a nuestro propio fracaso como investigadores en Historia de la Ciencia –de la divertida−, mientras que nos dedicamos a reeditar, una y otra vez, cientos de volúmenes de los ya célebres y consagrados.
¿Quieres saber más?
Puedes ver su registro en el Smithsonian, comprar el cómic realizado por Owen Pomery o visitar la Megatherium Society.
También puedes saber más sobre los integrantes de este curioso club pinchando en sus nombres: William Stimpson (1832-1872), Robert Kennicott (1835-1866), Henry Bryant (1820-1867) y Henry Ulke (1821-1910).
El Megaterio sigue siendo un fenómeno paleontológico lleno de enigmas. Aunque posa sobre cuatro patas en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid y parecería asemejarse a un dinosaurio de 8000 años de antigüedad, el Megatherium -del griego: enorme (mega) bestia (therium)- era en realidad un mamífero que podía posarse sobre dos patas. El primer fósil de este animal fue descubierto, en 1788, por Fray Manuel Torres, en Argentina. Si quieres saber más sobre el Megaterio, puedes visitarlo en nuestro querido MNCN de Madrid, o leer el libro El Rinoceronte y el Megaterio.
¡Suerte en la búsqueda! Y no dejes de divertirte investigando. Honrarás, así, al desaparecido Club del Megaterio.