Esta Cavanillesia, nombrada así por el científico Antonio José de Cavanilles (1745 -1804) fue recogida en el tratado botánico Florae Peruvianae, et Chilensis Prodromus que escribieron tras su expedición por Perú y Chile Hipólito Ruiz (Burgos, 1754-1816) y José Antonio Pavón (Cáceres, 1754-1844). Junto a ellos, la expedición estaba formada por el médico y botánico Joseph Dombey y los dibujantes Isidoro Gálvez y José Brunete, que se encargaron de ilustrar todas las especies de plantas que investigaban. La expedición duró una década en la que exploraron parte de la Amazonia y los Andes, llegando a producir alrededor de 2.500 dibujos botánicos, que fueron depositados en el Jardín Botánico y en el Real Gabinete de Historia Natural. Se cuenta que para los nativos, perplejos con el extraño proceder y el afán catalogador de los científicos extranjeros, fueron allí conocidos como los “Brujos yerbateros”.
La Cavanillesia platanifolia es una especie también conocida como mocundo de Cartagena («Diccionario de los diversos nombres vulgares de muchas plantas usuales ó notables del antiguo y nuevo mundo», Madrid, 1871), bongo o macondo. Se dice que este árbol dio nombre a la mágica aldea inventada por Gabriel García Márquez, Macondo.
Cavanilles nació en Valencia el 16 de enero de 1745 y su pasión por la ciencia le llevó a estudiar Filosofía, Matemáticas y Física. Tuvo la oportunidad de estudiar Botánica en París, ciudad en la que residió una importante parte de su vida y dónde conoció a eminentes naturalistas del Jardin du Roi. Fue nombrado director del Real Jardín Botánico en 1801 y ejerció el cargo hasta su muerte en 1804. Gracias a sus numerosos e importantes contactos con científicos internacionales, como Alexander von Humboldt, Aimé Bonpland o Carl Ludwig Willdenow, los herbarios y colecciones de la institución adquirieron una gran relevancia a nivel mundial.
Alexander von Humboldt, habló de la Cavanillesia, designándola ya entonces como Cavanillesia Macunda en su diario por las regiones americanas:
Pero junto a la madera corchosa del bombax y del Cavanillesia Macunda (con esa misma humedad), tenemos el quebracho de dureza de hierro, el Caesalpiniaea, Hura crepintans, Swietania, Caraña. Las características de la naturaleza tropical consisten, fundamentalmente, en que la energía interior de la vida vegetal (fuerza vital) se opone a todos los estímulos exteriores, hasta el punto de que cada órgano elabora y mezcla incesantemente, sin impedimentos, eternamente en actividad, sin que el calor se evapore; la humedad no se diluye; humedad y calor actúan sólo tensionalmente, como potencias estimulantes y desarrolladoras de fuerza; los órganos no aceptan nada que no puedan asimilar y transformar inmediatamente.
Esta podría ser una de las primeras menciones al árbol “macondo”, que Humboldt pudo observar alrededor de 1801 en Turbaco, región natural de los indios Yurbacos y que, junto al artista Louis de Rieux, visitó para estudiar el fenómeno de sus volcanes de lodo. Así lo ilustraron en su Vues des Cordilleres Vues des cordillères et monumens des peuples indigènes de l’Amerique (1810).
El macondo es el encuentro entre varios científicos que entre los siglos XVIII y XIX exploraron las regiones americanas. Pero Macondo llegó a ser un lugar mágico gracias a Gabriel García Márquez, que llamó así a la aldea de los Buendía, donde nunca llegaba el hielo, en el que transcurre Cien años de Soledad (1967).
En su relato autobiográfico, García Márquez relatará la verdadera historia del origen de la palabra en su obra literaria y que tiene que ver con las fincas bananeras de su infancia:
“El tren hizo una parada en una estación sin pueblo, y poco después pasó frente a la única finca bananera del camino, que tenía el nombre escrito en el portal: Macondo. Esta palabra me había llamado la atención desde los primeros viajes con mi abuelo, pero sólo de adulto descubrí que me gustaba su resonancia poética. Nunca se lo escuché a nadie ni me pregunté siquiera que significaba… Lo había usado ya en tres libros, como nombre de un pueblo imaginario, cuando me enteré en una enciclopedia casual, que es un árbol del trópico parecido a la ceiba, que no produce flores ni frutos, y cuya madera esponjosa sirve para hacer canoas y esculpir trastos de cocina»
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La expedición de Ruiz y Pavón (1777-1788) fue la primera en describir la «Cavanillesia», a a cuya descripción sigue la «Cavanillesia platanifolia» de los escritos de Humboldt y Bonpland. No sabemos por qué Humboldt añadió el término «Macunda» y cómo el nombre se popularizó. Quizá un guía de origen africano pudo describirlo así, pues existen vínculos de la palabra Macondo y el continente. Pero podemos decir que ellos ya habían soñado con Macondo, viajando a lugares lejanos que avivaban su imaginación, un poco antes de que Gabriel García Márquez le diera forma.